Misterio de las ocupaciones
La mayor parte de la gente está hablando de nada la mayor parte del tiempo. Y la mayor parte del tiempo yo los estoy escuchando sumido en una creciente desesperación. No entiendo por qué se afanan: yo solo veo cuadros generales, se me pierden las entrañables estampitas, los detalles sin importancia. Todos los detalles.
El dilema es qué hacer con los recursos cognitivos cuando a estos se les ha negado la disciplina, el decoro de dedicarse a algo productivo: cuando la inteligencia se apaga, cuando la atención se reduce como el flujo del agua a través de un embudo, cuando las ganas de que todo termine son tan continuas, cuando esto genera costumbre -y la costumbre comodidad; y la comodidad ha terminado por devenir un hecho estético que ya debería poder vender, convertir en producto, narrar acerca de aquello a ver si siquiera esta puede ser una manera viable de durar, de establecerse en el mundo durante un rato más, de durar ese rato más (que es todo lo que importa, que es una manera de quedar bien, que ya nada importa sino que siga pareciendo que estoy presente). Pero la obstrucción es general y en ella hay elementos de daño a terceros que son perdidas colaterales, pero que son a la vez el foco de mi sufrimiento, de mi poca atención.
Por otro lado esta la convicción de que esto que estoy haciendo es lo correcto, es lo máximo que cabe hacer que surta efecto porque veo a los demás hacer mucho más sin mayor resultado. Soy el extremo angosto de un telescopio social. I am an astronaut on Planet Earth, como dice un anuncio comercial de The North Face. Y, pues, no serviré de sudaca estándar en Europa: no escucho su voluminosa música, no comparto su desconcertante obsesión por el fútbol, la comida, las madrugadas. Seré un alien entre los alien, porque me pareceré más a lo que no se parece a nada. Como me sucede ya aquí.
No queda otra cosa sino los textos. Y diré más: no queda otra cosa sino los textos, Nikalina. Y ya no sé qué significa este dolor, este frío perplejo que excede mi pecho y atraviesa mi espalda cuando escribo tu nombre antiguo e inútil.
lunes, 5 de noviembre de 2007
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2 comentarios:
Enrique:
Me ha gustado este texto, suena sobre todo honesto. Y que bueno haya honestidad en la literatura; a ratos es necesaria.
Saludos
Gerardo Andrade
Gracias Gerardo. Siempre miro tu blog. Y disculpa que no respondiera antes, había olvidado cómo hacerlo -delicias de la poca audiencia.
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