jueves, 13 de noviembre de 2008

Deja que el texto se ataque solo, a ver - II

Este es el segundo de una serie de tres posts que empecé ayer y que de repente terminan siendo cuatro.

2. Entonces la Casa lo atacó

Pasaron los años. Un crítico publicó en línea un ensayo que hallaba que mi novela CASA era una de las secuelas literarias que dejó el ‘chino’ en el Perú: clara consecuencia de los años de fujimorismo… y así la agrupaba con La hora azul, de Cueto, y Abril rojo, de Roncagliolo. A pesar de la plausible creatividad del acto de aborregar una novela sobre el albismo con esos otros libros de colores, tamaño propter hoc me llamaba a risa. Y me reí de buena gana ante la pantalla.

También -durante un momento- me provocó ofrecerle al señor una minuciosa explicación de por qué las cosas no eran como él sostenía. Pero de inmediato cambié de idea: razoné que si un crítico literario es también un comunicador que hace indagaciones profesionales y que va a emitir una opinión tras haber investigado, debería poderse aplicar a su trabajo las normas fundamentales del periodismo de investigación. En este caso, la muy sensata norma de pedir la opinión de las partes involucradas. Y comoquiera que él no me había llamado o escrito para preguntar si acaso el fujimorismo había incubado (de alguna manera; de cualquier manera; incluyendo con algarabía, vamos, a las más esotéricas y alabeadas de las maneras) mi historia sobre el arquitecto de la costa este que repite el viaje iniciático de R. Buckminster Fuller entre unos indios de Labrador, completamente desarmado, colgué en su bitácora un brevísimo comment con mi risa original: invitado o pateado yo mismo lejos de la lógica por su ilogicidad.

No le gustó mi comentario; me respondió vía correo electrónico. En el compacto mail en que exponía sus argumentos, en el duro mail en que con todo derecho defendía su texto, me recordaba el serísimo dogma que yo estaba rompiendo: “no debe usted saltar a defender su texto, señor; su texto debe defenderse solo”. Plancha quemada, compadre, pensé: ¿y qué haces defendiendo tú al tuyo?

Seamos serios. Le expliqué, a vuelta de e-mail, que mi novela nació de una idea que tuve para un cuento corto en 1988; que su argumento tomó forma cabal hacia 1989, que progresó un año más y que anduvo guardada durante los años del fujimorismo –no negaré que recombinándose- hasta que la retomé en la segunda mitad de 2000. Y que si CASA se debía a un contexto político, ese sería el del primer gobierno de García, con un rabito en el de Toledo.

Lo más interesante de este accidentado intercambio es que desde entonces este crítico ha retirado la mención a CASA de su argumento: en su nueva versión ya no estoy renegando del fujimorismo junto a Cueto y Roncagliolo. Me pregunto por qué. ¿Quizá porque, ahora, el crítico había sido informado de cierto dato relevante por el autor? I rest my case.

En su ensayo crítico Desaparecer por duplicado, los mitos traslaticios de Prochazka, Gustavo Faverón ha dado a entender que en los temas como (gloso:) la división inacabable, el feedback entre represión y subversión, el mal como consecuencia del supremo poder, la guerra caníbal, la violencia inaguantable de las conquistas, etc. se revela que los cuentos de Un Único Desierto no evaden al Perú, como ha querido verlo otra crítica. No intento argüír que no haya una posible relación entre CASA y el momento político y contexto social en el cual fue escrita. Pero hay una enorme distancia entre no evadir y provenir: persiste allí la gorda falacia ante hoc, (o cum hoc) ergo propter hoc al suponerse que anterioridad o simultaneidad implican causación. Y no estaría de más, en la investigación, atender a una cronología que yo ya había hecho pública más de una vez.

Y mañana sigo.

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