viernes, 6 de julio de 2007

Limbos

Qué poder escondido, este, el de urdir mundos con palabras, menos, con silabas, con golpes de las yemas de mis dedos sobre un rectangulo negro... es el retorno de la magia, el asombro de Toth, la perfeccion técnica del escapismo.

¿Y quién seré entonces? ¿Cómo quedaré cuando todo termine, acaso como otro ser humano que levantó la cabeza… del barro homogéneo de los que logran levantar la cabeza?

Un pie hermoso, una mano que cogí cuando del otro extremo había una niña. Me aqueja a veces esta desagradable debilidad por los seres humanos. Como el miedo terrible de Vallejo, es algo contra lo que no se debe luchar: es algo a lo que uno debería rendirse, quizá incluso aferrarse. Pero para algunos esto es todavía más dificil que persistir en el limbo que obra entre la semidivinidad, y la condición de ángel caído: en la tensión -generalmente estéril- entre la consagración y la repugnancia por los otros.

Le causo dolor a la gente. Quizó el secreto de la redención sea fractal, u homeopático: y consista en compensar el daño que causo a personas reales con los alivios que causo a personajes imaginarios a partir de daños escalares, simpáticos (en el sentido de Plotino) con los otros de mi autoría. ¿Qué dios delante de Dios la trama empieza / de polvo y tiempo y sueño y agonía?
Vaya capacidad para la desazón. Que son capas intencionales de desesperanza: esa kriptonita del pecho.

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