lunes, 5 de mayo de 2008

Unauthorized autobiography

-Yo no sabía que esto iba a ser así.
-Setenta años.
-Probablemente. Yo había pronosticado sólo cincuenta...
-Sólo te faltan cuarenta y nueve, entonces.
-Me abrasará la sed.
-Eso te pasa por despeñarte tontamente en la cantera de la otra margen. Y no en cualquiera: en la más honda. ¿Puedo decirte algo?
-No seas imbécil.
-¡Buena! ¿A ver, otra?
-No seas imbécil.
-Esa no es otra, es la misma.
-Es otra. Fue reflexiva, muy diferente a la primera, que fue una interjección.
-Bueno. ¿Puedo decirte algo?
-No puedes. Si quieres inténtalo, pero descubrirás que no puedes.
-Ya veo. Quieres que diga determinadas cosas que no me da la gana de proclamar para tu servicio, no señor. Y entonces no me vas a dejar decir lo que sí quiero decir.
-Jódete. La censura vino alta hoy.
-¿Sabes lo que hizo ese Inmortal con la cuerda que le arrojaron? Se ahorcó.
-Claro. Supongo que no podía romperse el cuello ni asfixiarse, pero se le secaba la boca. Antes de que le prestaran un cuchillo pasaron setecientos años.
-Tu tarea no es ser ingenioso. Tu tarea es sangrar. Sangra, pues.
-No quiero. No tengo nada que decir. Estoy acostumbrado a que lo que digo modifique el universo. Pero el universo se rehúsa a ser modificado, se ha modificado ya todito, ha reaccionado a cada uno de mis decires, es ahora pura palabrería. Ya no hay manera de sorprenderlo con ni una sola palabra nueva. No reaccionará. Y yo no tengo, pues, nada que decir.
-¿Ves? Ya sangraste.
-No he sangrado ni un pincho. ¿Quieres ver sangre? Mira esto, pues. No tiene nada que ver con lo que sabes ni conelo qiuen dno danes ni diuieta con el color dell viento ni con lo que duna tarvde fuiste a la spartes rohas de la cabeza de la flor que los vascos trajeroan desed el horizonte roto del fin de cnatabria y tu no estabas du tu no estabas y tlo peror qes que ru no estaras porque este no era tu universo esra un desatrer, mami, era, aunque creas que es una cita no lo es, es una especi e de porteccionaon para estraplomos, es una cosa que debe estar allí spara cuando yo me caiga, es dos día sd e placer dsxual que no puedes alcanzar porque no usas tu de dos, tun so sabes lo que era ese culo, creerías que se parecia al tuto, pero si, ese era el jodido problema, tenía esa especie de piel que no lo es y cuya forntera solo se finje frontera y es en verdad la capa mas profunada es decir el volumen del placer y eso es bueno y eso es bueno. Eso en mio cabeza y sus labios secos y mis manos secas y tiza y brocas y tarugos y demadsias diámetro sin cubrir y entonces otra vez la generación equiz y sus espedientes secretos de la conchamadre, si de lo que se rtata es dekl que no haya conmimicación despues de todo y dqi que nkeiracd sureve comiuucniar nada carajos u sunadiuuyrnhdlsn disuns ekdnf t!

-...Así que después de todo eres un animal.
-Soy un animal que te gruñe desde su ADN, que tú no tienes, tú, hecha toda de memes, sin un carajo de materia protoplásmica en tu maldita virtualidad. No quiero hablarte. No quiero comunicarte nada. No espero que reacciones de maneras a o be a lo que digo, por eso poco importa lo que diga, lo que signifique lo que diga. Nada puede pasar.
-Nada puede pasar. ¿Vas a dejar de pensar por eso? ¿Vas a dejar que se te pudra la mitra?
-No es cosa de dejar o no dejar nada. Al Inmortal lo abrasaba la sed, ¿recuerdas? Se le secaba la boca. Yo... yo pensaré. Pensaré fundamentalmente; pensaré hasta el pánico, pensaré hasta la masturbación, pensaré hasta la escritura, pensaré hasta las lágrimas, pensaré hasta el asesinato, pensaré hasta la ignominia, pensaré hasta la esquina de enfrente, pensaré hasta la luna llena y pensaré hasta la calle vacía. Y entretanto tú no harás nada, como es tu ancestral costumbre, y nada más pasará porque ya ocurrió todo y lo que queda de mi pequeño cosmos es un despojo, un harapito querido que conserva mi mal olor. Que yo piense o no ya no afecta.
-Y que lo digas...
-Y que lo diga tampoco.
-No seas necio.
-No seas necia entonces. Mira éste, mi horror, mi nada. Nunca te he mostrado nada parecido.

Nada, entonces. Nada y nadie allá atrás. Eres la enorme boca que nunca ha dicho nada. Eres la enorme oreja del vacío. Eres aquello a lo que nunca he invocado, aquello que creí que no existía a pesar de haber nacido de ti, a pesar de haber reposado con la espalda contra ti durante tantos años. Y nada te he dicho nunca.

Quiero que me escuches ahora. Quiero que sepas que ya terminé de girar alrededor de las cosas, de vivir como si en realidad importase. He agotado las alegrías alrededor de la cotidianeidad ocupada y minuciosa, alrededor de las personas en quienes no creía, alrededor de las obligaciones -a ellas no les he dado espacio, ellas siguen vencidas.

Eres la enorme boca callada , entonces. Te he odiado siempre porque no he creído en ti. He creido que mi angustia era única cuando era universal; he proclamado que mi nada era especialísima cuando era la nada de todos los hombres.

He sido y siempre seré un animal y un esclavo de ser un animal.

Y tengo detrás de mí esa espantosa caverna que ha hospedado a todos los hombres, que está llena de cadáveres silentes, que se ha agotado de gritos porque todos ellos gritaron lo que yo grité treinta años, lo que yo, ahora que callo, escucho como un eco a mis espaldas. Y aunque sé que pudiera atribuírselo a mis ancestros putrefactos, me consta que en este caso es sólo mi eco en el vacío de su silencio.

Cuántas palabras inútiles. Oprimo las teclas selectas y ellas transfieren palabras al disco duro de esta máquina, al disco oscuro de esta máquina: tengo el monitor apagado, tengo el espíritu derrotado para todo lo que es visible, tengo una infinita grima en mi pecho y sólo puedo entonces reconocer a mi interlocutor, por primera vez, a mi silente, podrido, vacío interlocutor.

Y descubrir que a pesar de esa convicción -que reviste, o revistió, alguna calidad inteligente- sigo siendo sólo un animal.

Miro el monitor muerto. Nada hay en él sino quietud y espera. Ni siquiera sé si esto que escribo existe de alguna manera otra que la de ser una secuencia e teclas que oprimo y que nacieron siendo palabras en mi pecho dañado. Quizá los albergue una memoria que no sea la mía, una memoria esclava del silicio y de la ionización, como la mía lo es de las enzimas y del neuropéptido agente de mis emociones. No lo sé. Sí sé que estoy cansado de sólo pensarlo y decirlo, estoy cansado de hacer todo esto junto a la atrocidad de la boca, junto a la barbaridad de ser un animal y saberlo.

Yo no tenía límites y me llevaba continuamente más allá de ellos. Me hacía grande en la pena y vergonzoso en la comedia diaria. Daba pena a otros y me regocijaba; provocaba verguenzas y me enorgullecía; bajamente reclamaba cariño y al obtenerlo lo describía como limosna, escarnecía a quienes me lo daban, agradecía a quienes me lo negaban y partía mis puños contra la pared.

Ahora he crecido. He crecido hacia este descubrimiento huero y animal que mi vanidad no creía posible. Yo era algún tipo de ser poco común. Ahora soy el más poco común de todos los seres porque estoy de espaldas a la caverna que los ha devorado a todos, soy todos, soy un mono ante la muerte, son un alga unicelular disponiendo su membrana y definiendo el universo, sólo para descubrir que ella es bastante más verde y bastante más inviable que el universo que se la traga tres segundos más tarde.

Así: no importa y sí importaba. Se nos achicó la vida de repente y tuvimos que refugiarnos en lo endocrino. Se nos contaminó el aire infantil y aprendimos arespirar monóxido de carbono. Se nos acabó la poética de la muerte y aprendimos a morirnos. Se nos oxidó el heroísmo en la segura repetición de cuatro hazañas rutinarias. Y alrededor, el universo había cogido un lindo incendio.

El monitor me espía, lleno de sospechas. Quiere saber por qué no lo activo, por qué no lo convoco a mi texto. No sabe que esto no es un texto, no sabe que es una sucesión de letras que atomiza mi dolor, no sabe que su destino no es que él las haga brillar contra el fósforo blanco de su matriz de píxeles felices, sino ese silencio importante y ominoso que se parece tanto a una playa llena de gente, al jirón de la Unión, a Polvos Azules. Ese silencio multitudinario me está leyendo ahora y el monitor es superfluo, porque yo, por fin, ya soy un hombrecito.


-¿Qué te duele tanto, ah?
-El cuerpo humano, probablemente. No lo sé.


* * *

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Enrique:

Por esas cosas que tiene la vida, la Casa que me acaban de prestar tiene una dedicatoria bastante extensa tuya. (No mencionaré a quién.)

Según me cuentan, el libro está agotado en las librerías de Lima. Por eso este curioso préstamo a dos bandas y hasta a tres, de continente a continente; parece un cuento malo.

Leí las primeras páginas en el camino de vuelta a casa, después de recoger tu Casa (no es redundancia ninguna de las dos), manejando; entre semáforo y semáforo, completamente fascinado.

(Ahora he tenido que interrumpir la lectura, para que no se acabe tan pronto el libro, tu casa.)

No lo he terminado aún (y ya siento dolor). Pero ya puedo decir que -por lo menos- a los adjetivos borgiano, clarkiano, cortazariano, karloffiano, kafkiano, poeano, serlingiano y hitchkokiano, les ha llegado la hora de tener un claro nuevo compañero.

Saludos desde Colonia
H. 'Jorge' V.
P.D.: Gracias por tu escritura, que esta vez no he podido pagar con dinero.

Enrique Prochazka dijo...

Gracias, Jorge. Me intriga saber cuál de los poquísimos libros que he dedicado -menos aún, los que llevan una dedicatoria larga- está en tus manos. Pero la intriga muere allí, porque considero que dejarla morir es también legítima parte del juego. En cuanto a la novela Casa, hasta donde conozco se vende todavía en Lima en la edición original de Lluvia y también en la española de 451 editores.

No me parece buena idea tu hazaña de leer manejando, corres el riesgo de reducir enormemente el número de mis lectores.

No te comento nada para no ser yo mismo un spoiler. Suerte con los arcaísmos y cuando la termines cuéntame qué te pareció.

Saludos, E

Anónimo dijo...

Enrique:

Ya voy por la mitad y cada vez la satisfacción es mayor. (He tenido que poner el freno de mano para no adelantar el suplicio de llegar al final. Y te imaginarás qué esfuerzo sobrehumano debe significar poder alargar 125 páginas. Felizmente tengo mucho que hacer en estos días.)

No soy crítico literario. (Dios me salve, ateo renacido como soy.)

Sin embargo, me permitiré remedar a uno un tanto engolado (las tapas de los libros mayormente lo son):

"Casa es una obra de minuciosa arquitectura narrativa y un permanente guiño intelectual. Hecha con la filigrana de un alfarero y carpintero especializado en las líneas transparentes de las cosas y las ideas, de las formas y la insondabilidad de las conductas humanas. Un juego mental que bordea muchos géneros de la mano de la intriga inteligente y que incluye el juego con los tiempos y el misterio de las identidades. El que entra a Casa, corre muchos riesgos. El menor, no será la incapacidad –al salir- de volver a ver el resto de la literatura con los mismos ojos. Si es que lo consigue.” (Eso estuvo muy bien.)

Por lo demás, me he reído con tu respuesta. (Lo cual confirma mi primera apreciación, no confesada, y que motivó mi invitación tan abrupta y 'asustante' -me imagino, discúlpame el empujón-, referida a los Reyes Magos.)

La hazaña no fue leer manejando (que no fue tal, porque leía mientras esperaba el cambio de luz de los semáforos). La hazaña fue tener que respetar a esos individuos altos y tricolores a pesar de lo perentorio de su mandato.

Si tú te consideras un escritor borrado, entonces, personalmente, ni siquiera existo en el Perú, y menos en Alemania.

Sin embargo, considero que tu libro interesaría sumamente a los alemanes. Desconozco los juegos del mercado y no traduzco al alemán (salvo mis cosas), pero, si alguna vez se diera el caso, te ruego me permitieras por lo menos revisar la traducción.

(Ojalá se haga a por lo menos a dos voces, es decir, a cuatro manos; como le corresponde a toda traducción que desee ser medianamente fiel al original. Ver en mi entrada CÉSAR VALLEJO HA MUERTO EN PARÍS, la destrucción que se permiten algunos traductores ilustres.)

Lo que en verdad había querido comentar en mi anterior mensaje, es que, salvo comentarios tuyos leídos en entrevistas o hechos en alguna bitácora, y sobre tus textos hechos por otras personas, no conocía nada de tu literatura; pero me parecían divertidas muchas de tus apreciaciones.

De tal manera que mi primer y duro contacto fue con esta bitácora, Cartas del Archipiélago. Una suerte, como he podido constatar –por simple contraste- al iniciar la lectura de Casa, que es un libro que se puede terminar de un solo soplo.

Mencionas lo de los arcaísmos. Hasta ahora no he tenido ningún problema con las palabras en sí, salvo con algún peruanismo como ‘chinchón’ (por chichón) y tal vez con el hecho de que no utilices el sistema métrico decimal para referirte a la estatura de alguien, me imagino que por cuestiones de escenografía.

No es necesario que me respondas. Sé de tus diversas ocupaciones. Cuando recibas este mensaje habré terminado tu Mansión. Será una pena.

Saludos desde Colonia
HjV