La razón humana enfrentada a un problema muy por encima de sus capacidades; la voluntad venciendo un imposible. Unos pocos enfrentando a muchos: el rey de Esparta en las Termópilas, Napoleón en Arcis-sur-Aube, Grau en Angamos…
¿Por qué me duele tanto? ¿Acaso porque yo mismo tuve alguna vez esa capacidad y luego la perdí? Tal vez lo que siento, lo que me conmueve, no está hecho de orgullo. Acaso su fundamento es el miedo, o la vergüenza.
¿Qué me asusta? ¿Haber visto la mirada de quienes contaban conmigo, y visto su confianza en que los guiaría, que sería su líder? ¿Acaso saber que esa lealtad, esa fe eran injustificadas?
Pero si es cierto que nunca traicioné esa confianza, ¿por qué me duele siempre tanto? Temo haberla traicionado y no recordarlo: y estar pagando las consecuencias de no haber sido quien debí ser, quien pude llegar a ser para ellos y para mí mismo. El inconcluso desperdicio de un talento; uno que no he merecido.
Escribe. Eres ese tipo de hombre.
miércoles, 15 de agosto de 2007
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