jueves, 1 de febrero de 2024

Manuscrito hallado en la última carilla de un libro de Steiner

 Uno lee, y entonces la vista es el ujier de un repertorio de temas. El origen del lenguaje, las formas y ritmos caóticos del tráfico, el Holocausto, el viaje en el tiempo y su paradoja, la cultura Harley-Davidson, la cultura Grotta-Pelos. 

Al rato uno se da cuenta de que ese ujier solo nos está presentando a sus amigos: que ese ujier filtra, selecciona, esconde tanto o más de lo que accede a revelar. Y es que tiene nuestra edad, nuestras lealtades y nuestros gustos. Que probablemente no le tiene mucha paciencia a los repertorios del vecino. 


Para el ujier del vecino -si lo hay: si él tiene, como sospechamos, un filtro- las maravillosas indecencias de lo fractal, las complejidades del diálogo entre el Material y el Diseño, la naturaleza ondulatoria o particular de la luz, la resistencia de placa plana, el water hammer, el carácter hiperbólico -en el sentido geométrico- del objeto del deseo sexual, la reserva de ritmo cardíaco, la cuestión de cuándo se jodió el Perú, las búsquedas de El Dorado, El Paititi, el Grial, la Fuente de la Juventud o el Arco de Tilman, el túnel de Paratoari, la cadena de oro de Huáscar, la tumba de Gengis Khan, el meteorito de Chicxtulub, la Fila Hox, la posible metafísica de Pi, la sublimación de los clatratos de carbono, el carácter de los húngaros, los océanos de Europa, el prisma de Hågerstrand, la historia seminal del náugrafo Robinson Crusoe y, en fin, los efectos cancerígenos del Big Bang pueden no suscitar ningún interés para la mayoría de la gente, aunque cueste creerlo. 

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La unidad argumentativa mínima es la unidad argumentativa máxima: las Obras Completas.


  

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