En su origen, la palabra “manera” –modo o forma, en general de hacer las
cosas- solía significar que las cosas que se hacían se hacían con las manos. Esto supone una noción bastante correcta
del quehacer del artesano, y una aceptable metáfora de cómo fabricamos las
cosas en la Edad Industrial. En ambos casos se opera sobre la materia,
directamente o bien con herramientas (o instrumentos o máquinas) operadas por
manos humanas. Durante sus doscientos años de existencia, la industria ha
desarrollado y progresivamente optimizado una serie de procedimientos de
extracción y refinamiento de materias primas, de procesamiento y formado
adicional, de articulación y unión de las diversas partes con adhesivos, fibras
o elementos sólidos, de acabados y empaque, de distribución y comercialización,
y de transporte a la escala necesaria cuando algunas de estas etapas no suceden
en el mismo lugar. Así se manufactura
y se lleva al cliente un pantalón, un libro, un automóvil, un DVD.
Hemos mencionado que los sistemas
educativos del presente pueden ser eficazmente descritos en sus modos y formas,
y en sus propósitos, bajo este esquema optimizado que busca y logra regularidad
y predictibilidad, pero que se funda en la continua confianza del cliente en el
resultado (el alumno educado). Sin
embargo, veremos que de un lado la industria está camino a –¿en riesgo de?- sufrir
una revolución mayor que la que la fundó a inicios del siglo XIX; y que de otro,
a medida que nuestra vieja manera de hacer las cosas atraviesa la crisis
descrita, la educación necesita transformarse también, ganar la confianza de una ‘clientela’
profundamente diferente de la que solía satisfacer.
La nanotecnología se basa en la idea de que si podemos llevar nuestra
‘manera de hacer las cosas’ (traslado, manipulación, etc.) al nivel atómico,
podremos desarrollar materiales y productos con propiedades extraordinarias. La
técnica para hacerlo lleva lustros en desarrollo. Hoy hace casi un cuarto de
siglo que Donald Eigler acomodó, uno por uno, treinta y cinco átomos de xenón
en una lámina de níquel ultraenfriado para formar las letras ‘IBM’[1].
Desde entonces las herramientas de lo diminuto han prosperado y la presencia de
la nanotecnología en nuestra vida diaria no ha hecho sino aumentar. Un conteo
en línea muestra en este momento más de mil seiscientos[2]
productos de consumo en el mercado accesibles para cualquiera, incluyendo
pantalones inarrugables hechos en México y extensiones para el cabello
fabricadas en Lituania. Se habla de nano-arte, nano-origami[3]
y, con cierto grado de preocupación, de nano-fábricas.
El concepto aún teórico de ‘nanofábrica’ refiere a un artefacto programable
que emplea materia prima fácilmente accesible (tierra de jardín y aire bastan
como proveedores de hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, sílice, carbono, aluminio,
etc.) para construir, por agregación controlada de átomos y con fidelidad
absoluta, cualquier producto cuya descripción atómica se le suministre. Esencialmente,
es una impresora de materia que asume la manufactura como un tema
computacional: el ordenamiento atómico que realiza es manejo aplicado de
información. Desde luego, ya existen impresoras 3-D comerciales desde poco más
de 500 dólares la unidad[4],
que se pueden emplear para fabricar armas de fuego caseras[5]
o, en las más sofisticadas, se emplea una bio-tinta para imprimir partes
humanas[6].
La nanofábrica puede, por ejemplo, imprimir a muy bajo costo rollos de paneles
solares (con lo que asegura su propia fuente de energía) pero da una vuelta de
tuerca adicional: es capaz de imprimir una copia de sí misma. O muchas (ya se
han impreso impresoras 3D con impresoras 3D). Si, como se anticipa, los costos
de fabricación en nanofábricas serían esencialmente los de la materia prima y
la energía –casi nulos en ambos casos- estamos ante una tecnología
potencialmente capaz de sacudir todo nuestro ordenamiento económico.
En efecto, el precio de las cosas en el mercado está dado por cuán
escasas son y por cuánto cuesta producirlas. Una economía que incorpore
nanofábricas autocopiantes que reduzcan a casi nada los costos de producción tendría
que enfrentar algo que ninguna economía ha siquiera concebido antes: el fin de la escasez. Sin ella,
salarios, tarifas, en muchos casos transporte[7],
dejan de tener sentido. Restará en la ‘industria’ así tranformada un cierto
espacio para la investigación y el diseño, pero incluso eso es posible
tercerizarlo a procesos de cómputo (véase más adelante). Un número de sombras
oscurecen este panorama. Una crisis económica difícilmente concebible, la
democratización de la violencia, un estado policial capaz de vigilar el aire
que respiramos y nuestras entrañas… sin embargo, quizá estas sombras surgen de
la costumbre de juzgar el futuro según las nociones, normas y temores del
pasado, y el modo como esta tecnología radical reconstruya nuestra manera de
hacer las cosas exija y logre de nosotros enfoques éticos, legales e
institucionales completamente novedosos.
[3] http://video.mit.edu/watch/nano-origami-9817/. Si bien lo que muestra este video del MIT no
es estrictamente ‘nano’ sino microtecnología, la articulación magnética de
superficies mostrada se está empleando para fabricar y volar microdrones como
el Mobee: http://www.youtube.com/watch?v=VxSs1kGZQqc.
[4] Una búsqueda Google da 14 millones de
resultados. Véase p. ej.: http://store.makerbot.com/replicator-mini
[5] http://www.youtube.com/watch?v=SGHOFxeaDr4
(4min); http://www.youtube.com/watch?v=DconsfGsXyA
(24min, documental).
[7] Tanto Amazon como Google han adquirido recientemente empresas de
fabricación de robots aéreos (drones) para entrega de sus productos a la puerta
(o ventana) geo-referenciada del cliente. China no se queda atrás.
2 comentarios:
No necesariamente. El costo de un transistor es practicamente nada, pero nadie compra transistores por separado, sino chips completos de última generación. Predecir la escasez hoy es como precedir la reducción de horas de trabajo hace ochenta años (de hecho, Keynes dijo que para fin del siglo veinte la semana laboral sería de quince horas, y ya ves...) Las nuevas tecnologías generará su propia escasez.
Interesante cuestión. Yo también pienso que las nuevas tecnologías generarán espacios no cubiertos, y por tanto escasez, sobre todo escaseces diferenciales. Mi punto es que mientras que ciertas fuerzas llenarían al GINI mundial a aumentar (mi post anterior) hay también otras que pueden hacerlo bastante flat relativamente pronto.
En cuanto a Keynes: una cosa es que él predijera algo en solitario, y otra que hubiera consenso respecto de su predicción. Aunque tamposo es el caso en lo que atañe a lo nano, pienso que al menos hay dos campos de opinión más simétricos ahora que lo que representó la opinión singular de Mr. K. Gracias.
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