jueves, 18 de julio de 2013

NOTAS A UN TALLER DE SANEAMIENTO RURAL


Miro el Big Bang y la cascada de multiversos, y el fantasma del yo me parece más violento y más disperso que todo eso.

No hay algo; al rato, hay algo. Una flor o un helicóptero. No sé si la libertad o la voluntad intervinieron en cada caso. Lo que sé es que el helicóptero me gusta bastante más que la flor.

Es notable cuánto no me gusta la vida, que me ha quitado incluso el gusto por escribir acerca de ella. Sólo a ratos, como ahora, me concedo el gusto de escribir acerca de ese preciso disgusto.

Ines, hijita mía: has llegado a mi vida justo a tiempo como para extender mis razones para permanecer en ella -como lo hicieron, en su propio momento, cada uno de tus hermanos.

Pero he pasado décadas diciendo estas cosas y otras parecidas, antes incluso con más claridad y lucidez. Y algún buen gusto, quizá. No encuentro ningún incentivo para insistir. Un escritor se repite porque le pagan. Yo, me estaría repitiendo porque no me pagan.


No. Siempre fui un dodo cognitivo, y aspiro a que el Homo Superior, el transhumano chipeado y digital, cumpla con su brutal promesa ontológica y me pase literalmente por encima. 

Yo nací obsoleto.

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