domingo, 24 de agosto de 2008

Carvallo

Tanto como una voz ineludible en el concierto de opinadores acerca de la educación peruana, Constantino Carvallo fue para mí un puñado de cosas: compañero de colegio –si bien no de promo- director de Los Reyes Rojos, donde enseñaba mi amigo el poeta Óscar Limache, maestro y mentor de algunos de los mejores amigos que he hecho en años recientes, primo no tan lejano de mi ex-parentela política, y compañero de uno de mis más extraños trabajos: el de conductor del programa de Tv “Educación en Democracia”. Producido por el Ministerio de Educación, el programa tenía un segmento a cargo del Consejo Nacional de Educación, en cuya conduccion se turnaban figuras como Manuel Iguíñiz, Constantino y, si mal no recuerdo, Lucho Guerrero.

Durante quince minutos algunos de esos viernes yo dejaba el micrófono y contemplaba a Constantino hacienda entrevistas o presentando proyectos educativos o experiencias destacadas. Ni él ni yo eramos profesionales de la comunicación -en verdad ni siquiera éramos aficionados competentes- pero nos reunía una misma fascinación por los misterios del aprendizaje y de la formación de humanidad.

Como agente y decisor en las marañas de la política educative peruana, hay muchas cosas en las que he estado en descuerdo con él. No es este el momento para recordarlas. Más pertinente me parece recordarlo a él como el maestro que fue. Y en razón de esa especial elocuencia que da el cariño he pedido permiso a mi amiga Ana Luisa Burga, que fue su alumna en el colegio Los Reyes Rojos, para postear en mi blog estas cristalinas líneas que ha escrito a su maestro, líneas a las que no puedo yo añadir nada para expresar la importancia de un hombre como Constantino. Aquí el texto:



Muchos ya dijeron – cada cual a su modo – cuánto hemos perdido con tu partida, Constantino. En efecto, siento también que no hay palabras para nombrar a la vez tanto asombro, tristeza, cólera, ausencia, desaliento.

Pero en medio de esa maraña de sensaciones sombrías, quiero rescatar, como una joya rara y brillante, el alcance de tu vida, tu trascendencia. Te has ido dejando huella en miles de personas, muchas de las cuales nos hemos sentido directamente tocadas con tu muerte; como tu familia, dándonos el pésame entre todos, llorando y consolándonos al mismo tiempo, todos.

Me hubiese gustado que vieses cuánto se te amaba: quizás te sorprendía que fuésemos tantos, tantos, en tantos países, y de tantas edades, tamaños y colores. También me hubiese gustado verte complacido con la reacción de la comunidad reyrojina ante tu partida: se ratificó que – siendo todos individuos únicos y diferentes – nos sabemos contenidos por el colegio que formaste, incluidos, pertenecientes… y de muchas maneras esto representa un ejemplo exacto de lo que tú proponías para la nación entera.

Parte de la desazón y el llanto es, justamente, que en ese sentido nos has dejado con un camino todavía demasiado largo, cuyo buen término requiere de personas con la mirada, inteligencia, coraje y asertividad que tú demostraste siempre. Pero lamentablemente hay pocos como tú, querido maestro, demasiado pocos (Fernando Silva Santisteban, con otro estilo y algo mayor, pero tan preclaro y lúcido como tú, nos dejó también hace más de un año).

Es por eso que deseo que tu legado realmente nos impregne; que sigas viviendo en cada uno de nosotros y que, desde donde sea que estemos y sea cual fuere el papel que nos toca jugar en la vida, sepamos conservar en alto tu memoria y enseñanzas.

Gracias, Constantino, por la suerte que tuve de conocerte y quererte.

Ana Luisa Burga

2 comentarios:

al dijo...

gracias por el post, enriquito... yo no me habia atrevido a mostrarselo a mas de 4 gatos... asi q por el blog seguro lo miran otros 4 :)
un beso

Enrique Prochazka dijo...

Faltaba más, Ana Luisa. Y tarde o temprano postearemos aquí tu poesía. Larga vida y prosperidad: la resistencia es fútil.