domingo, 15 de junio de 2008

¿(por) Qué estoy leyendo? (3)

Desde que empezaron a aplicarse en 1996, los resultados de las pruebas nacionales de rendimiento estudiantil revelaron severos déficit en la capacidad de lectura de los alumnos peruanos, tanto en primaria como en secundaria. No era que no lo supiéramos, pero las pruebas empezaron a informarnos, minuciosamente, en qué consistían estas carencias y cuál era su magnitud y -esto no parece recordarlo nadie- su orientación. Sacar a la luz esta información fue, ya se comprende, un doloroso parto político.

Sin embargo, lo que quiero comentar aquí es otra cosa. Una de los aspectos más interesantes del análisis (y el único divertido) que descubrimos quienes participábamos del proceso de divulgación de los resultados fue que los mismísimos cuadros con los que pretendíamos informar de estos malos resultados a cada ministro primero, a sus expertos de entrecasa después, y a las eminencias grises del Consejo Nacional de Educación y la opinión pública al final, no eran comprendidos sin recurrir a un vergonzoso número de explicaciones, ejemplos didácticos y vulgarizaciones pueriles. "Sus expertos, señor ministro, no entienden lo que leen" -dije alguna vez en el despacho. Esto se debía quizá a la formación exclusivamente humanistica de muchos de ellos, pero quizá también al confort de tener un doctorado en educación, esa extraña especie de título nobiliario que en general no requiere la capacidad de procesar información compleja, mucho menos de hacerse responsable por producirla uno mismo.

En consecuencia, debido a las demandas simplificadoras, "los peruanos no entienden lo que leen" pasó a ser el membrete singular por el cual este complejo asunto alcanzó las primeras planas. Detrás quedaban escondidas caracterizaciones más precisas, esa orientación a la que me he referido más arriba: cosas como "los peruanos no entienden información no literaria (ni gráficos ni cuadros)", "los peruanos no pueden extraer informacion contenida en una tabla", "los peruanos no pueden encontrar su camino en el recibo de la luz". (No extraña que voten de la manera en que lo hacen).

Pero, para entender las causas de lo dicho, tengo esta pista: sucede que en la educación pública peruana, y con frecuencia también en la privada, los peruanos no estudian Comunicación Integral: estudian Literatura. En las facultades de Educación, Escuelas Normales e institutos Pedagógicos, quienes hoy son maestros fueron enseñados así, con variada suerte. Siempre, en los cursos de Lenguaje primero y de Comunicación hoy, los maestros de estos maestros fueron maestros de Literatura.

Sus alumnos, por lo tanto -los actuales profesores de Comunicación Integral- son también maestros de Literatura. Donde deberían enseñar el uso del lenguaje y de la variedad de formas comunicativas que lo emplean, apenas se desembarazan de la gramática enseñan poesías, retazos de Cervantes, Balzac, Platero y yo. Cosas que, por cierto, hay que aprender... pero que los chicos apenas aprenden. Algunos de quienes logran aprender algo en esta materia reciben buena nota, sobresalen, van a la universidad y estudian... literatura. Luego es natural que "el gusto por la lectura" se haya convertido en sinónimo de "el gusto por la ficción literaria". Porque los maestros peruanos no enseñan a leer el recibo de la luz.

Y porque nuestros expertos en educación probablemente tampoco pueden leer el suyo.

Pero basta de lidiar con mis demonios en público. Cuelgo aquí otras cosas que estoy leyendo, aparte de mi recibo de la luz. Como ya he mostrado antes, son -en su enorme mayoría- no ficción. Y sé que a alguno le resultará difícil de creer, pero estas lecturas son para mí una fuente permanente de entretendimiento y aprendizaje.

Glaciares y bacterias...

Lonely Planet. Países Escandinavos. Estoy leyendo cada línea de esta popular guía; voy a vivir en Estocolmo varios meses y esto es parte de mi tarea. Ya terminé el capítulo sobre las islas Faeroe, Suecia y Svalbard -quiero ver osos polares en su medio natural. Me he conseguido también un enorme mapa de Suecia, guías de calles, dos diccionarios sueco-español, una gramática, y tengo links a media docena de Webkamms repartidas por colinas y edificios en suelo escandinavo. Si los peruanos nos quejamos de que los gringos creen que el Perú es sólo MachuPicchu, lo menos que puede hacer uno al viajar en la otra dirección es tratar de vestir un poco la imagen previa que se tiene del lugar de destino. Sé que a muchos el dato no les conmoverá, pero sucede que Escandinavia no es sólo desinhibidas rubias tetonas de ojos azules, como parecen creer mis entusiasmados y canosos compañeros de promo.

Jon Landeta. El método Delphi, una técnica de previsión del futuro. Esto lo reviso por cuestiones de trabajo, pero mi trabajo cada vez se parece menos a un trabajo.

José Matos Mar, Desborde Popular y Crisis del Estado, veinte años después. No leí esto cuando salió, aunque estuve al tanto. Quiero ver qué tanto se parece a lo que en verdad estuvo y está sucediendo. Encuentro que en esta edición los mapas son malísimos, las escalas equivocadas, la impresión de colores fuera de centro, un espanto.

Javier Sampedro, Deconstruyendo a Darwin. Lo que yo sabía sobre evolucionismo, darvinismo, genética y los últimos cuarenta años de polémicas entre los académicos de estos temas se ha triplicado en la pasada semana. Sampedro (biólogo, periodista científico, músico, pintor) es, sobre todo, divertido: combina su abundante conocimiento del tema con citas cinematográficas, alusiones al jazz y a la cultura pop y maldiciones muy castizas.

Emmanuel LeRoy Ladurie, Historia del Clima desde el año mil. LeRoy Ladurie es un clásico, si es que puede decirse también esto dentro de los estudios paleoclimáticos. Estoy releyendo algunos capítulos. Trae abundante información de fuentes antiguas, comentarios franciscanos del siglo XIV, leyes suizas medievales que atañen a la prevención de avalanchas, observaciones alemanas del XVII... muy educativo. Recuerdo que fue la lectura de este libro, hace más de una década, lo que me empezó a llevar al tema del calentamiento periódico del clima terrestre.

Thierry Jamin, Pusharo, la memoria recobrada de los incas. Los petroglifos de Pusharo, en Madre de Dios, son el típico enigma de Indiana Jones. Encontré poco en la web cuando empecé a investigar sobre esto, hace un par de años. Una pared de roca de veinte metros de alto y cincuenta de ancho, descubierta por un misionero dominico a inicios del siglo XX, cubierta de jeroglifos que nadie entiende. Jamin hace un buen trabajo descriptivo, pero luego adelanta explicaciones, interpretaciones, lecturas que parecen reacciones a un test de Rorscharch. No dice que son obra de extraterrestres, pero sí que son indicaciones para el camino a Paititi, lo cual, la verdad, me sirve muchísimo.

Susan Blackmore, The Meme Machine. Yo siempre estoy releyendo a Blackmore.

3 comentarios:

LuchinG dijo...

Para mí leer literatura y entender matemáticas ha sido siempre más o menos lo mismo. Cuando estaba en el colegio, los que tenían problemas con identidades trigonométricas eran los mismos que no entendían La ciudad y los perros; es decir, si alguien entendía trigonometría y no leía literatura, no era porque no pudiese sino porque no le gustaba; y la capacidad para entender una novela no es distinta para mí de la necesaria para entender, digamos, "Los herederos de Darwin". Obviamente es más eficiente enseñar directamente a leer el recibo de luz que enseñar hexámetros y esperar que en consecuencia la gente entienda lo que dice el recibo, pero ¿en realidad involucrará destrezas distintas?

Enrique Prochazka dijo...

Hay más de un hueco en mi argumento, desde luego: cómo abordar los diferentes vectores de la capacidad de entender o manejar algo (vamos, las "inteligencias múltiples") es uno de ellos. Ahora bien, tanto tu muestra -un solo salón de clases- como la mía -un solo despacho ministerial- son demasiado pequeñas como para asegurarnos otra cosa que opiniones. Pero me concentraré en lo que afirmas:

1) "la capacidad para entender una novela no es distinta (...) de la necesaria para entender (un texto expositivo no narrativo)". Parece que no es cierto. Al menos la data muestra que los estudiantes acceden con más facilidad a información dotada de una narrativa. Por eso, quizás, los expertos del ministerio entendían mejor cuando contábamos estas cosas en forma de cuentos dotados de moraleja.

2) "Es más eficiente enseñar directamente a leer el recibo de luz que enseñar hexámetros y esperar que (...) la gente entienda (...) el recibo". Eficiente, desde luego, pero fatal para el hexámetro, porque -desprovisto de cometidos 'útiles' o prácticos- jamás se lo estudiaría. Y jamás seré acusado de desearle eso al buen hexámetro.
3) "...¿Involucrará destrezas distintas?" Creo que sí, pero se trataría, a mi entender, de destrezas trasladables, sujetas a transferencia de logros de una a otra. Es decir, dada la guía adecuada -un maestro competente y dotado de propósito- debería poder tomarse la capacidad de, por ejemplo, componer cuatro hexámetros abab con ritmo yámbico y mostrando cómo eso es tabulable, emplear esa destreza -llamémosle cartesiana- para llevar al alumno a comprender conceptos como número, orden, latitud y longitud, etc. Aunque pienso que, en este ejemplo, quizá las cosas funcionarían mejor en la dirección inversa.

Anónimo dijo...

Tienes un blog muy interesante, deberías renovarlo más a menudo...

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