domingo, 12 de agosto de 2007

Gente como huno

Como una pleura reventada, y como un lazo de regalo prieto alrededor del cuello de un amigo, de modo que no se sabe si te lo regalan o es chivo o se está ahorcando. Como un viaje interestelar que uno hizo de niño y ya no recuerda bien las escenas meteóricas, el tiovivo newtoniano de las órbitas, el lento incendio de la galaxia. Como unos hongos que prosperan tras una lluvia durante la que, sin duda, algún conocido tuyo ha muerto. Como una caja de cereales que mi mamá viene guardando desde 1966 para que no se estropee. Como un retrato de mi abuelo que uno encuentra en la web, un cuadro que cuelga en la pared en el retrato del abuelo de otra persona. Como cien minutos brillantes corriendo al sol con un hijo de catorce años. Como caminar hacia Le Croissant a solas, otra vez a solas, también ahora a solas, riendo de viejos chistes. Como la honesta perspectiva peruana de saber que, antes de las matanzas Chavín, tuvimos las matanzas Caral. Como suponer que algo interesante habrá, después de todo, en ese lago que nos sonríe bajo el hielo antártico, algo que -por fin- haga irrelevante el amor, los retratos o, si cabe, el sistema educativo.

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