domingo, 27 de abril de 2008

El cerco

Y, desde luego, está el breve juego de reconocer en estas formas los rezagos de la realidad. De saber -por descarte y en un solo estallido luminoso- todas las cosas de las que uno se esta perdiendo, y olvidarlas en la implosión del instante siguiente, y así al infinito. Darle, pues, tus alas a la tortura y tu documento de identidad al dolor. Decirle entonces al dolor: Hola, Enrique. Y decirle a la tortura: Veamos qué trae hoy el periódico. Y así hasta que todo lo que verdaderamente es queda reducido a un cerco. Del lado interior de ese cerco, donde antes hervía la roja lava de un yo, queda apenas una superficie vítrea, ploma y endurecida y estéril que lo llena de lado a lado: la losa de una tumba que exulta anonimato. Del lado exterior, donde se extendía hasta las galaxias más distantes y los universos menos paralelos la gloria de mil trillones de mundos posibles, apenas conservan forma y nombre las tres o cuatro cosas que he mencionado antes: la conciencia de la responsabilidad de lo humano, los lagos glaciares subantárticos, la inventiva como herramienta del universo. También, si acierto en despejar las cortinas de algunos dolores muy concretos, puedo reconocer los rostros desdibujados de media docena de personas queridas -que ni siquiera estoy seguro de que existan. Todo el resto del orbe exterior, y a veces también estas cosas con nombre, es ahora agresión, combate, campo de batalla, cerco del universo y cerco de lo que, desde su centro, pretendía no serlo.

El cerco es toda la identidad que necesito, toda la conciencia de la que dispongo. Mi día es sólo el escenario de una lucha entre Buda y su fibromialgia, una lucha hormigueante, comején, que se burla continualente de la frase aquella "todo es dolor". Por escasa, por bromista y por atreverse a tamaño understatement.

Es así. Todo lo demás viene ahora en el periódico, es el periódico. Todos los mil trillones de mundos servidos a la mesa del yo: perdidos, molidos, reducidos a sólo esa ciega disputa sobre el cerco. Ni yo, ni universo: apenas el combate desigual.

Espero que sea para siempre. No soportaría volvera a pensar en nada más.

martes, 22 de abril de 2008

2:42 am.

Las cosas, en efecto, ya ocurrían. El círculo se estaba cerrando. El camino que había elegido Daniel desde el episodio de la Torre era una aporía. Y tal vez la Torre había elegido esa aporía para él: era la curva que hacía mirar hacia atrás, la curva que se unía a sus espaldas donde se veía la misma pared otra vez. La muralla era ahora un cerco. El solipsista heroico, el héroe demente y defensor de ese castillo inexpugnable, poco a poco se sospechaba prisionero de esa muralla redonda en que se le había cambiado el universo.

The round chamber, pensó vagamente Daniel... Extraviada en algún lugar de su acervo había una habitación redonda en la que sólo se daba vueltas y vueltas, en la que incluso se competía para ver quién daba la mejor vuelta...¡Samsara? No, veamos: menos filosofía, más imagen... ¿Expreso de Medianoche? ¿La fosa y el péndulo? No, había un muro curvo e interminable, cerrado sobre sí: ¿La ruina circular? ¿La historia de los dos reyes y los dos laberintos? No, ni siquiera eso. ¿Contes de la chambre ronde? Definitivamente no, no era francés... era algo gringo: el Salón Oval... o algo más pequeño. The round chamber.

Al rato de apretarse el cerebro lo identificó. The Round Chamber era una vía de escalada, la ruta más extraña del mundo. En Hueco Tanks, un peñascal en el último rincón del desierto de Texas, había una formación natural como una cámara circular desprovista de techo a la que se llegaba a rastras por un angosto pasaje. Una vez dentro, se subía uno a media pared y se ponía a escalar en torno, vuelta tras vuelta hasta fatigarse o alcanzar el nirvana, whatever happened first. Como en todo lo gringo, había récords de velocidad, de cantidad de vueltas, de indumentaria y de falta de ella, y en fin de todo lo que un grupo de aburridas ratas del desierto podía imaginar para matar una tarde, un invierno o una jubilación. El nombre era una broma oscura entre Don y Len Gillman, que Daniel había encontrado explicada años más tarde en una revista de montañismo. La idea de dar vueltas para siempre encerrado en esa mazmorra redonda por pura diversión era muy atractiva. Algo zen había en ella.


-Sabes, hubo una época en que me pasaba algo muy curioso... ¿Te acuerdas de las húngaras, las que vivían en la embajada, a la vuelta de la casa de Julia?
-Claro que me acuerdo de las húngaras. Huevón. Si yo las conocía mejor que tú. Eran prácticamente mis vecinas.
-¿A Susanna también la conocías?
-¿Cuál era Susanna? ¡Ah, la del lío! Ya me cagaste. Bueno, a ella no la conocí. Pero sí me acuerdo de tu chiquilla, de la mayor, la riquita... Una vez me dijiste que se parecía mucho a Amaya.
-Se llamaba Nikalina.
-Ajá. Se llamaba. -El Loco hizo una pausa apenas perceptible -¿Qué pasa con ella?
-Bueno, sabes que yo estuve pegado con ella varios años, aún después de que se fueran... Por eso parecía tan idiota la mayor parte del tiempo.
-Eras.
-Era, ya.
-Sigues siendo, además, solo que la menor parte del tiempo.
-Gracias. Me esmero. Bueno, una de las fijaciones que tenía era que esta mujer, como tu Alena, era un ser pues así, medio sagradón, y que tenía conmigo una especie de misión redentora. Algún día ella iba a volver para salvarme.
-Buena falta te hace que te salven, franco. ¿Y iba a volver en cuerpo y alma? Porque el cuerpo es básssico, hermano. Báficort. Si en lo sagrado no hay agarre estás cagao. ¡Cuñí! ¡Kñí kñí kñí! ¿Tú agarras con tu diosa? Porque desde la Noche Tántrica yo agarro con Alena, cuñadicto.
-No, estoy en abstinencia. Ya no se me aparece. Y eso es lo que quería contarte: siempre se me aparecía en los temblores. Hubo grandes temblores cuando vino, los del 74, ¿te acuerdas?
-¿El del 3 de Octubre? ¡El terremoto del 74, claro!
-Claro. Empezaron en Enero, y también hubo grandes temblores cuando se fue. Los temblores en este país, o si quieres en esta placa tectónica, siempre tienen que ver con mi vida afectiva. Una vez Nika mandó un temblor o fue un temblor que acabó mi relación con Margarita.
-¿Qué relación con Margarita? Tú nunca has tenido relación con nada, autista de mierda.
-Bueno, lo que una vez creí -y era totalmente sincero al creérmelo, te digo- era que desde que se fue los temblores anunciaban Su Venida. Entonces me entusiasmaba, me hinchaba de adrenalina cuando empezaba un temblor, y me deprimía harto cuando pasaban dos o tres años tranquilazos.

El Loco hizo de aquello una fiesta. Largó una carcajada más parecida a un aullido, y siguió:
-¡Puta, el Monda, cagao, se le paraba la pinga en los temblores! Hay, este Monda, por Dios. No, cuñadín, lo que tienes que hacer es dejar de masturbarte con esa pegada de oreja al piso, esperando a tu hembrita. Cómprate un sismógrafo, hermano. Uno con vibrador. Ahora escucha esto. Es un grupo nuevo que no te va a gustar ni mierda.

6:51 am.

...serás la luz
que mi sendero alumbrará
-Los Ángeles Negros


-Estás inventando. Todo eso lo has inventado.
-Sí. La he inventado. Tanto como en este momento te estoy inventando a ti.
-Seguimos en lo mismo... La realidad no es tan mala, hombre.
-Ajá. Sólo que un poco más dura.


Daniel Smisek está diseñado para trepar. Su cabeza alta y despejada, su cuello flexible, sus ojos grandes y dirigidos hacia adelante devienen de la tridimensionalidad del árbol y son el mecanismo más propio para fluir a través del complicado universo de sus ramas. La cintura delgada y las piernas ligeras, apenas más que apoyos, lo facultan a extenderse y girar en posiciones inverosímiles. La falanges cortas y hábiles de sus manos son tan buenas para pelar fruta como para suspender el peso de su cuerpo de apenas tres o dos de ellas; los poderosos músculos diagonales de su espalda ligan a la masa principal del tórax con esos miembros delgados y férreos, y le permiten izarse y lanzarse, y lanzar e izar pesos similares al suyo propio. Su cerebro de poco más de litro y medio dedica extensas circunvoluciones a la percepción sinestésica y al sentido de la vista. Claro que, al menos en potencia, tal cerebro podría también servir para componer una cantata, diseñar una cúpula o planear una campaña militar. Pero, comparadas con la estructura física del mamífero pequeñito y trepador, decantada a lo largo de cincuenta millones de años, esas potencias son adiposidad, tan sólo reciente e innecesaria grasa cultural. Expuesto, solitario, mera materia liberada en las tres dimensiones del espacio y sin otra obligación que la de dar cabal cumplimiento a sus fruiciones, Daniel Smisek escalará.

-No pues, Richiberto: jálala.
-Estoy jalando, Taradito, pero debe estar atorada.
-Ya. No importa; ya llegué al Friend.
-¿Qué tal el empotramiento?
-Con roca seca debe ser mucho más fácil. Aquí estoy en un ocho más...
-Ocho más, sí, bien. -Richi se satisface en la confirmación del grado de dificultad. Empieza a filosofar acerca de que la Verdad es sólo una Convención, tema en el que el extrovertido solipsismo de Daniel le impide progresar. Pero puede darle un aviso:
-Se pone más yuca en la salida, vas a ver.
-A ver...

lunes, 21 de abril de 2008

LA FOSA Y EL PÉNDULO

De vuelta la recentralización de la gestión educativa

Desde hace al menos quince años vienen confluyendo la preocupación de las fuerzas democráticas por promover la participación ciudadana en la gestión de la cosa pública, el esfuerzo de los PPFF urbanos por tomar parte en los procesos educativos de sus hijos, y la oportunidad que en esto han visto los políticos y formuladores de políticas de correr la ola democrática. Más recientemente, lo que pasa en el aula con sus hijos también ha empezado a ser parte de la preocupación de los dirigentes y PPFF rurales más conscientes.

Pero, con ser vigoroso, este furor participativo tarda en traducirse en mejoras en la gestión de las escuelas. Con frecuencia los entusiasmos pierden de vista no es lo mismo descentralizar ni gestionar con éxito en materia educativa que en otros rubros del servicio público. Sólo por compararlo con su similar más cercano: hay 8,000 ‘puntos de atención’ de salud pública, mientras que hay 65,000 ‘puntos de atención’ educativa. Esta dispersión acarrea necesidades presupuestales y capacidades de supervisión mucho más grandes, que nunca se abordan adecuadamente. Además, la diferencia en el número de oportunidades de atención al año entre los servicios de salud y educación y su respectivo público es también enorme, y no es pequeña la diferencia entre la formación y preparación que tienen los agentes del servicio en cada caso. Todo esto ayuda a explicar, por ejemplo, por qué es tan difícil replicar en educación la exitosa experiencia de los CLAGEs.

Bajo el principio de que el mejor gestor de un servicio es quien está más cerca del beneficiario, desde el sector educación se ha tratado de enfrentar estos dilemas siendo más papistas que el papa, y disponiendo una descentralización mucho más radical y ambiciosa que las contempladas para el resto del servicio público. Así, la Ley General de Educación resulta en exceso más ‘democrática’ que la Ley de Regionalización o la normativa de Gobiernos Locales. Mientras que la descentralización de la Ley de Bases de Regionalización aspira a bajar las capacidades de decisión UN peldaño (del nivel nacional al regional) el sector educación contempla distribuir tareas a lo largo de una escalera de siete peldaños: es decir, la normativa del sector señala tareas a escala 1. Nacional, 2. Regional, 3. Municipal Provincial (UGELs, aproximadamente) 4. Local Distrital, 5. Redes (y Unidades de Costeo, aproximadamente) 6. IIEE, 7. Aula; y en especial a estas tres últimas, escalas éstas que para ‘la otra’ descentralización ni siquiera existen.

La realidad está corrigiendo ese exceso de entusiasmo. En contra de esta tendencia a darle ‘todo el poder a los soviets’, y no sólo en materia educativa, los peruanos le demostramos todos los días al poder central que seguimos necesitándolo. Bastaría con preguntarse, por ejemplo, si acaso los Gobiernos Regionales irán a echarse sobre los hombros la responsabilidad (técnica, política y vital) de seguir sosteniendo esfuerzos como el de racionalización de plazas, para no hablar de evaluación docente o acreditación de instituciones.

No municipalizarás

En medio de este proceso, cabe preguntarnos también si el voluntarismo apresurado -y la poca imaginación- que exhibe el piloto de municipalización le está política y éticamente permitido a… alguien. Una pobre estrategia de comunicación ha devenido en que el magisterio organizado aliente la hostilidad de la población frente a las ‘amenazas de privatización’ y a la certeza –pese a las explícitas, pero ineficaces, negaciones del gobierno al respecto- de que en esto se sigue los dictados de los organismos internacionales más diabólicos. El SUTEP resiste activamente el proceso, denunciando una voluntad privatizadora de la educación, en una denuncia que apenas esconde su temor a la liquidación de su sindicato nacional al dispersar ‘la patronal’.

Pero no es sólo el radicalismo ideológico el que conduce a algunos maestros a estas interesadas alucinaciones. El piloto de municipalización no puede o no sabe defenderse solo. Su improvisación es patente. El documento llamado “Concepción Teórica”, que describe las características experimentales del piloto, era ya un documento sorprendentemente vacío. Los criterios con los que fueron seleccionados los distritos para llevar adelante la experiencia fueron y son desconocidos. Sin una tipología de municipalidades (que no existe en el país) resulta muy difícil llevar exitosamente un proceso que debería asignar funciones y competencias según capacidades y posibilidades. Además -cosa que ha disgustado a los líderes pedagógicos- el hecho de separar en lo administrativo la gestión de la educación inicial y primaria de la secundaria entra en contradicción con lo específicamente reunido por la Ley de Educación como “Educación Básica”. Por si fuera poco, el piloto tampoco conversa con la Ley Orgánica de Municipalidades: alcaldes y organizaciones sociales están considerados como meros ejecutores de un proceso que no dialoga claramente con otros en curso, como la formulación de los Planes Estratégicos Regionales y Locales (en manos de los espectros COPAREs y COPALEs, auspiciados por la LGE) Los analistas consultados consideran que el gobierno probablemente seguirá la estrategia de enterrar este piloto bajo la alfombra, habiendo arruinado todo posible prestigio de la palabra “municipalización” para los próximos años.

¿Rendir cuentas? Nos rendimos...

Resulta interesante notar que, aunque desde 2002 el profuso marco normativo que regula las relaciones entre padres de familia, IIEE, Órganos Intermedios, DRE y MED ha sido diseñado, ciertamente, en torno a la idea de rendición social de cuentas y comprometida con ella, en verdad está sumamente enmarañado y se ve ocasionalmente contradicho por normas regidas por otro ánimo (especialmente, las estabilidades y protecciones previstas por la Ley del Profesorado y su reglamento) constituyendo esta contradicción un incentivo para la entrega de información falsa por quienes no tienen, de facto, ninguna responsabilidad individual o colectiva por resultados. Ya el proyecto META (que conduje desde el MED entre 2003 y 2005) mostró los altos costos de disponer un sistema de información alternativo que logre eludir los vicios que el sistema vigente lleva instalados y que, con el mejor ánimo, persiste en instalar.

Porque no es difícil hallar ejemplos recientes de cómo algunas normas llevan directamente al falseo. En 2007 realicé una investigación de campo que halló que, por ejemplo, la presión por reportar minuciosamente las horas lectivas[1] “bajo responsabilidad”, es capaz de generar sanciones administrativas en casos de no entrega del reporte, pero no en caso de falseo de los datos, ya que esto no es verificable. El reporte requiere la firma de uno o más representantes del CONEI; mis reportes de primera mano revelan que esta firma se falsea o compra con frecuencia. Finalmente, y esto es más grave, en ocho de nueve UGELs visitadas en la investigación, el reporte que informa de horas no dictadas no ocasiona descuentos en la planilla del maestro o maestros que no han cumplido con sus obligaciones del mes, debido a que el sistema de reporte de horas corre por los canales pedagógicos mientras que la planilla lo hace por los administrativos, y éstos sistemas rara vez ‘conversan’.

De esta manera, al depender de sistemas de reporte o mecanismos de participación provistos top-down se da un 'equilibrio Nash', un empate sin goles en los niveles intermedios de la administración, que acuerdan en dar por buenas las cifras falsas y entregarlas al MED para su pomposo anuncio oficial… mientras la escuela sigue sin producir aprendizajes. La norma de reporte de horas lectivas no cumple su cometido, que es lograr las horas de aprendizaje… previstas ya por otras normas. Y nótese que tampoco una acción frontal como las emprendidas por nuestra eterna ‘lucha contra la corrupción’ se traducirá, por estas vías, en resultados efectivos en lo pedagógico. (Faltaría también discutir la posibilidad conceptual de hacer una rendición de cuentas eficaz en materias de responsabilidad compartida.)

Está claro que, en contra de lo que preconizan algunos, la rendición de cuentas realmente existente lleva los signos de valor cambiados, que de facto la privan de su valor como sistema de intercambios. Tal rendición existe en el contexto del pacto vicioso, el 'equilibrio Nash' al que han aludido, entre otros, J.F. Vega y W. Twanama: la información que circula obligada por la norma no es real, pero “es la que te voy a dar y la que vas a aceptar” porque es “suficiente”, y porque, dada la complejidad de lo que se ha demandado al funcionario (y su desvinculación casi total con los resultados de aprendizaje) es la única realísticamente disponible.

Pero hay lecciones aprendidas. Desde su prolongado diseño, el Proyecto de Educación en Áreas Rurales, PEAR, animado por parecida vehemencia participativa, propuso esos mismos ‘soviets’ autónomos –las redes- que en sucesivas versiones demostraron no poder cargar sobre sus hombros la excesiva complejidad de tareas encargadas a agentes no calificados. En principio pareció una buena apuesta trabajar en una cultura (y un sistema) de rendición de cuentas desde el piso más básico del servicio educativo, el aula y la institución misma, y progresar hacia arriba a partir de su efectividad, aprovechando lo positivo de los canales, mecanismos y dispositivos ya previstos en las leyes vigentes y abogando por la modificación, nulidad o derogatoria de aquellas normas que contribuyan al “ruido” o falsedad en las relaciones institucionales. Pero los soviets nada pudieron ni pueden contra leyes bienintencionadas-pero-perversas, ni contra municipalizaciones saltimbanquis.

No digo que esta sea una vía cerrada. Pienso que cabe seguir apostando por una estrategia de ‘mejora de la calidad de la demanda’ mediante la incorporación de estándares -y dotación de instrumentos de gestión basados en esos mismos estándares- hacia arriba, desde las IIEE: a contracorriente (pero aún dentro) del sistema viciado de reporte o mecanismo de participación frondoso, con la expectativa de modificarlo progresivamente bottom-up.

El Bus Proyectero y su sombra

Pero, hay que decirlo, nuestra descentralización realmente existente atenta contra esta apuesta. Si es cierto que las reformas anteriores han fallado de manera parcial o completa debido a que no han sabido involucrar estándares, no se ve cómo hayan de ser incorporados estos sin el recurso a una renovada autoridad del estado central. Y si, de otro lado, las reformas “de acercamiento” están poco o nada dotadas de los recursos requeridos para esta cercanía, debería recurrirse a la cofinanciación entre niveles de gobierno. Pero sin un plan a la vista (y el PEN frondoso y bonachón no nos sirve para esto) que brinde unidad de objetivos entre los diferentes niveles de gobierno, esto es poco probable. Quizá más pertinente sea aquí la participación de un FONDEP repotenciado, no sólo como un instrumento de complementación financiera, sino como un potencial articulador de iniciativas que se propongan incrementar el desempeño de otros actores de la comunidad educativa, incluyendo incorporar a su aplicación la verificación de logro de determinados estándares, y vis a vis con la Carrera Pública Magisterial para profesores y otros agentes del servicio.

Pero ya sea porque dé poca importancia a la educación o porque, por primera vez, se la tome verdaderamente en serio, el estado central no va a dar riendas largas a este proceso. He visto con asombro cómo, a falta de capacidades de generación de proyectos locales, un bus recorre algunas regiones del país llevando un equipo de proyectólogos del SNIP, que hace lo que los agentes locales no logran hacer a pesar de capacitaciones y facilitaciones sin número. El “Bus Proyectero”, como le dicen recordando otros escándalos, es el epítome de la apenas escondida recentralización: la del centralismo delivery. Porque el horizonte político no favorece otras estrategias. El estado central tiene la tentación de acortar las riendas, y entre las cumbres UE y APEC y el horizonte electoral del 2010-2011, el temor al desorden acrecienta la demanda por un estado central más vigoroso, que anticipa -con magníficas razones- el desmadre. Así, seguimos atrapados entre la fosa de la mala calidad educativa y el péndulo de las iniciativas de descentralización y recentralización. Las consecuencias de plazo largo son tristes. Y en educación, no hay que olvidarlo, todo lo que importa se verifica en el plazo largo.


[1] Formatos 01 a 04 para Informe de horas lectivas, http://www.minedu.gob.pe/normatividad/reglamentos/xtras/FormatosLineamientosDS008-2006ED.xls

viernes, 18 de abril de 2008

5:01 am, 10K

El color violeta invade el día como una peste. Violeta el cielo, azul su reflejo en el asfalto mojado, índigos los árboles sombríos que se hacen a un lado para dejarme correr. Incluso el césped comulga de rocíos amoratados y hace del parque un enorme molusco jaspeado, oscuro, cuyos solos ojos amarillos y lineales y múltiples como cuentas de un rosario de ámbar me miran horriblemente desde las luces de mercurio.

martes, 8 de abril de 2008

1982


Propongo techar Lima
y empezar de nuevo encima
-Sergio Guarisco


Sergio atravesaba por una fase de reordenamiento vital. Como siempre, se veía en una etapa de transición que amenazaba el estricto orden íntimo que supuestamente deberían exteriorizar sus objetos y pertenencias. Con todo, la amenaza era muy real porque, por estar trabajando en la Trener junto con el Loco y compartir bastante los horarios, había dejado Chaclacayo y se había mudado a Lima, a vivir con él. Para los que lo llevaban cada noche al Parque Huniversitario a que tomara un óñibus a Chaclacayo resultó un gran alivio, pero no para el Loco. En San Isidro, el Gordo ocupaba la cama libre que era parte imprescindible del Local. Sus cosas estaban perdiéndose continuamente.

En ese ambiente era una tradición sumamente honorable proponer temas inútiles. Tan convencional era que no hubiera que tomárselos en serio que el Loco tomaba en ocasiones a aquella como a otra convención a la cual tumbarse.

Cierta tarde, por ejemplo, él y Adolfo habían estado hablando de topología hasta llegar a aquella antigua preocupación del Loco, la tira de Moebius tridimensional. El Orate se complacía en escuchar sin comprenderla la fértil explicación que discurría el Ebreo, fascinados ambos por el extraño objeto.
-Pero si la tira de Moebius ya es tridimensional...
-No, yo digo que la superficie plana sea tridimensional.
-Entonces, lo que quieres es una tira tetradimensional.
-No, huevón. Puta, siempre crees que la complejidad viene en cómodas cuotas...

Por estas desinteligencias pronto el Loco había decidido construir una tira para mejor confundirse (una bien grande, insistió, para verla de lejos) y Adolfo lo había asistido en la confección del modelo. Tras escarbar un rato en su temible armario, el Loco sacó una cartulina con un trabajo escolar de su hermana. Desapareció un momento y volvió con un chisguete de jebe líquido para parchar llantas de bicicleta, y unas tijeras. Arrojó todo encima de la cama de Guarisco.
-No encontré otra goma -explicó.
-Mejor, eso pega al toque. ¿Es de Claudia?
-No, de su monta. Pero a ese pata puede perdérsele la mitra y no se daría cuenta.

Con las tijeras cortó de un modo razonablemente recto una tira de cartulina de tres o cuatro centímetros de ancho y de más de medio metro de largo. Adolfo le guió las manos mientras torsionaba uno de los extremos de la tira y lo pegaba ­-virado media vuelta- en el otro. Dejó el objeto secándose, aplastada la juntura dentro de un libro de etnología que Sergio habia dejado por allí. Se arrojó a su cama... y aprovechando el rebote volvió a ponerse en pie y se abalanzó hacia el libro.
-¡Se va a pegar la tira con el libro y el Gordo me decapita!
-Qué, ¿no hay buenas relaciones?
-Días malos, hermano. He comprado arsénico. O encaje antiguo. Mejor no hacerle roche a sus pertenencias esta semana. ¡Que se confíe!

Cómplice, el Ebreo mostró su aprobación con ese Ah! gutural, acentuado y pleno de enes que a Amaya le costaba tanto representar en el alfabeto fonético, y que el Gordito Joselino Ives Cousteau definía como "el lamentó de una malagua con síndgome de Down en celó". Todo lo que se había aproximado Amaya, manual de fonología en mano, era a una schwa larga seguida de una ene con tilde: 6n. El Loco dió en usar el desconcertante fonema para responder el teléfono. Mucha gente le colgaba.
-Ya pues, Loco. Chequea. La tira de Moebius es topológicamente interesante porque tiene dos aristas y una única superficie. Eso le da unas propiedades muy locas. ¿Ya está seca esa huevada? Pásamela. -El Loco había estado apresando la unión entre los dedos-.

-Chequea -continuó el Semita tomando un lápiz-: hacemos una raya a lo largo de la superficie externa... seguimos y seguimos y la superficie externa ya no es externa, ahora está adentro, seguimos, y chequea, -en el aire, el anillo de papel sufría retortijones mientras las gráciles manos del Ebreo lo volvían y viraban, como si se tratase de un helado en un día caluroso. -Ahora estamos haciendo la raya en el lado opuesto de donde ya la hemos hecho. ¿Acaso es el otro lado?
-¡Es! -replicó el Loco, divertidísimo.
-Pero no es, cuñadito, porque no hemos pasado sobre ninguna arista. Y chequea que ya estoy a punto de llegar al lugar donde empecé... Ya está. Unimos la línea con la que ya había.
-Vuelta completa.
-¡Error! ¡Dos vueltas completas! Porque hemos dado la vuelta una vez por el "otro lado" y otra por éste, que es el mismo... ahora abstrae las curvas. Loco. ¡Loco, deja de morder la goma, esa huevada es tóxica! Bota, bota... eso. Ya. Abstrae las curvas y computa que la tira no fuera un objeto de papel sino un plano en el espacio.
-Aguan a. E me ha egado a engua... ¡Úmierda! Estoy torciendo el espacio para hacerle sitio. ¿Voy bien?
6n! El Sïmsum... ¿Le estás haciendo sitio a la lengua, o al espacio?
-Ya, entonces al regresar estaríamos la primera vez al otro lado y la segunda vez al mismo lado.
-6n. Ahora piensa en términos de una botella. Tiene superficie exterior y superficie interior, separadas por una arista anular en el pico. Ahora, ¿qué pasaría si no hubiera esa arista en el pico?
-El interior y el exterior de la botella sería una única superficie continua.
-Exacto. Ahora dale a tu espacio la forma de esa botella.

El Loco se bajó de la cama dando el grito primitivo y atravesó el cuarto con una hermosa aspa de molino.
-¡Suave con el libro del Gordo! -advirtió el judío.- Lo mejor es que esa botella existe, o al menos su modelo matemático. Se llama "botella de Klein".
-Ajá. Como "tira de Moebius..."
-¡Perspicaz mente!
-Entonces ¿puede haber una botella de Klein lineal?
-Una tira de Klein...
-O una botella de Moebius.
-Ta que la conversación se está poniendo muy estúpida. ¿Qué hay en TV?

Frente al TV conversaban Daniel y Cebas de sus cerros y barbudos, sin mirar la pantalla.
-Pero tú no sabes la de los americanos en el K-Two...
-No, pero yo sé la de los italianos en el Kappa Dúe, ocho mil seiscientos once.
-Espera, la de los gringos es horrible. Es mucho antes. Hay un pata alemán llamado Fritz Wiessner, que a comienzos de siglo hacía rutas yuquísimas con Emil Solleder...
-Ah, creí que ibas a decir Emil Bodach. Tu némesis no podía ser tan viejo, vetusto, anciano, antiguo.
-Idiota. Bodach nace en 1940. Bueno, Fritz escala con Solleder y con Rossi por todos los Alpes, pero en especial en el Elbsandstein, que no sé qué es pero suena teutonicazo. En el 32 estuvo con Merkl en el Nanga; no hicieron nada. Bueno, Wiessner, vaca ya sagrada, emigra a los Estados Unidos en 1935 por cuestiones políticas. Al norte de Nueva York abre un centro de escalada, los Shawangunks, donde empieza a juntarse lo mejorcito de los gringos, que no es gran cosa porque entonces los gringos no tenían escuela. Precisamente, él es la escuela. En 1939 arman una expedición al K2.
-Nada ambiçiozos.
-Nadita. Wiessner junta a un grupo un poco raro. En verdad los gringos ya habían ido el año anterior, la expedición de Petzoldt y Houston, que eran gente provinciana, pero recia. Wiessner se rodea de easterners de renombre, tal vez inexpertos, pero no le importa demasiado porque sabe que él estará en el ataque final. Y así es, después de creo que ocho campamentos está escalando con un compadrito traído desde Nepal que se llama Pasang Dawa.
-Otro Pasang. Siempre se llamang Pasang, Tensing o Da Nang.
-Éste es Dawa, es lo máximo, vas a ver. Bueno, computas el K2, todos los problemas en los primeros dos tercios de la montaña y después crestas más fáciles.
-Entonces no lo sabían, lo ignoraban, era virgen.
-Claro, pero tenían esas fotazas tomadas por Vitorio Sella desde Concordia.
-Sella era el fotógrafo de alguien, de un Marqués o algo...
-De Luigi Amadeo Giusseppe, Gran Duque de los Abruzzi, harto billete, loco Polo Norte antes que Peary, en 1900. No llegaron porque pararon a tomar gelatto. Los italianos fueron los primeros en contratar portatori, sherpas que ayuden a los yaks. Bueno, con las fotazas tomadas por Sella en 1909 desde el glaciar Godwyn-Austen (la has visto... es la de la contracarátula de tu libro de Messner) Fritz traza su ruta de ataque final. Es directa, medio difícil pero Wiessner es un capo. A las seis de la tarde llega a los ocho mil cuatrocientos metros de altitud.
-¿QUÉ? ¿En 1939?
-Claro.
-¡No puede ser! Ningún ocho mil se escaló antes de que Maurice Herzog llegara al Annapurna en el 50.
-No seas bobo, no están en la cumbre. Les faltan doscientos once metros.
-¡Pero eso es nada! Dos horas, si estuvieran inválidos, lisiados, tullidos, baldados...
-Están fuertazos. Y es terreno fácil, y el tiempo es perfecto: hace semanas que no está tan tranquilo. A Wiessner le importa un bledo avanzar de noche, es medio gato, una vez hizo la norte del Monte Pelmo solo y terminó a las tres de la mañana, sin linterna. Así que allí, tranquilazo, chequea la laderita que se viene y dice yastá, ten minutes, el K2 es nuestro. Primer ochomil, y uno de los más difíciles: once años antes que Herzog y Lachenal. Y arranca para arriba.
-¿Y qué pasó? ¿Por qué no lo hicieron? Obviamente no lo hicieron, porque si no estarían en la lista de los ochomiles...
-Awanta. Pasang Dawa es budista, pero no ha dejado de creer en los espíritus de las montañas. Esa fe mezclada les permite a los sherpas subir a cualquier parte mientras sea de día. De noche el respeto exige que las cumbres sean dejadas en paz. Wiessner, subiendo todo japi, de pronto siente un tironcito en la cuerda.
-¡No jodas!
-Así es. Pasang se ha petrificado allá abajo y le dice: No, Sahib: night. Tomorrow, Sahib. Tomorrow.
-¡Puta!
-Puta no: tomorrow. Le pide postergar la ascensión para mañana.
-¡Pero por qué no lo mató allí, sobre el sitio!
-Wiessner es respetuoso de las costumbres de los sherpas, además medio que tiene un motín entre los gringos y los porteadores, que se sienten maltratados. No quiere hacer roche.
-¡Pero el budista es Pasandoagua, no Fritz! ¿Por qué no se desata, desanuda, desencorda, desliga, carajo, corta la maldita pita y manda al cholo de, digo, al sherpa de mierda a inflar burros por la pichina y se larga para arriba? Por lo que me dices, llegaba sin ningún problema a la cumbre.
-Y volvía. El roche está, si quieres, en que se le moría el sherpa y se acababa la expedición. Pero hay mucho más. Wiessner es un caballero de la vieja escuela. De los que nunca, jamás, abandonarían a su compañero. Así que mira hacia la cumbre, husmea el aire y calcula: "sí, mañana". Regresa donde Pasandoagua y juntos emprenden el descenso al campo ocho.
-¡Por supuesto, al día siguiente hay una tormentaza!
-Que dura casi dos meses, y otra que dura cuarenta años... Chequea: al día siguiente Wiessner ataca solo, una ruta más directa pero más difícil. La tempestad se le viene encima, desciende, y el resto es un desastre y un escándalo. Se le muere casi toda la expedición, el gringo Matthew Durrance se pelea a brazo partido con los sherpas; lo matan, creo, y el American Alpine Club declara a Wiessner persona non grata o algo así.
-¡Qué odio! Comunistas todos, seguro.
-Y nadie se ocupa de hacerle mérito. Ah, el viejo todavía escala, tengo una foto de él a los setenta y cinco años haciendo un cinco-siete en solitario, en su vieja guarida de los Shawangunks.